navegante
¿Ha
caminado acaso mil leguas desde que deje la peña ocelote? he cazado conejos y
cuiniques, es complicado comerlos sin hacer fogatas, tengo apremio por llegar
antes de 12 caña, cuando la serpiente desciende desde el risco del águila, en
la cadena montañosa que se extiende, tras el altiplano. Pero para llegar a mi destino, necesito decidir la ruta,
entre el salar más grande de este
continente no muy lejos del río blanco o por el lago del un gran lago navegable, cerca del desierto
norte. Sé que estoy a más de 3000m sobre el nivel del mar. El ojo del águila,
brilla aún más intenso, en su borde interno cerca del centro cuando lo pongo a
contraluz, se que 12 caña ocurrirá en 3 semanas. Observa el atardecer en tonos
violetas, la luz ciega mis sentidos, el viento omnipresente está lleno de especias,
mí mano de piedra espera el momento en que vengas, te estoy esperando noche.
Me
intrigan las dudas y el desnudo propósito de la noche, que se hace inmensa en
el humo del escudo espejo.
Eco
de la noche te permite ver como se desdobla tu espíritu y el mío. Piensa desde
la cima de última gran espalda de la cordillera,
en ese sitio, el pasto es ralo y las piedras se confunden con su manto gris
Pardo, los tonos de noche se pierden en el continuo soplar del gélido viento,
mira al cielo con la mirada herida
—No
has visto tu sombra caminar junto al reflejo de la luna, ni el ocaso tras las
nubes, te has perdido al navegar— dice
mirando al cielo — ¡Esa no!— grita en un eco desgarrador que recorre la
estribación — ¡hermano!— dice en voz baja, oculta su rostro de la mirada del
viento del norte.
—Es
probable que no te vea nunca más, hasta siempre— pronuncia en tono imperceptible,
desde la oscura capucha mientras se va perdiendo en un profundo sueño.
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