Ya no me importa lo que digan de mí

Una noche de invierno, me sorprendí atrapado en sus pupilas radiantes de felicidad, con las cálidas manos debajo de los guantes esquimales. Recuerdo el aire de la última noche del año. Porque hacía días que la seguía a lejos con la imaginación. Siempre pasaba a toda prisa y se mordía los labios, calle abajo. Hoy, eso labios… hoy será el día me dije, espere hasta observarla a la distancia, como solo se oye el rumor de sus pasos al dejar de ser.
Camine y camine. Cuando por fin la alcance, estaba llegando a una casa con un cuarto grande al frente, la vi entrar. Dejo la puerta entre abierta, pensé en entrar, no será tan importante, tras dar el primer paso, se escucho el eco de su risa briosa lo iluminaba todo, el dolor se presento como una constante, la humedad del piso desapareció en su radiante sonrisa. Me hallaba de bruces sin meter las manos, había tropezado con los juguetes de un niño, tuve suerte de entrar en una papelería y caer en una jerga en la que se secaban los zapatos los clientes. Se acerco me ayudo a moverme para evitar la humedad, gire el cuerpo y me sentí atrapado entre sus pupilas y las manos, con la cabeza recargada en sus muslos.
-¡Pero qué chistoso te caíste!- sin evitar la risa sonora, los niños bromeando-
-Todo por querer invitarte a salir jajajaja
-¿En serio? No necesitabas golpearte así, solo tenias que pedirlo, no era necesario que fueras tan torpe, pero torpe lindo ¡eh! No te cofundas amigo
- ¡qué mala!
-Pero podemos ir por un café.

Salimos del local, aun con el malestar, caminamos como es natural entre un hombre y una mujer.

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